Lo hemos comentado tropecientas mil veces. Lo de los acústicos nos atrae mucho. El gusanillo comenzó cuando nos plantamos un día en el festival Incrustados en el Escaparate, hace ya un par de años. Aquella breve actuación nos hizo entender nuestras canciones de otra manera. Luego, en el concurso El Troglogló acabamos por enamorarnos del formato acústico.
Para la actuación del FNAC preparamos seis canciones en semiacústico. «No estás» incluso la tocamos con tan sólo un par de ensayos. Fue una medio locura de Carmi en el penúltimo ensayo. «Vamos a cambiarla toda», dijo, y entonces cogimos la canción tal y como se compuso y luego le añadimos un par de cosillas. La verdad es que el resultado fue mucho mejor del que nosotros esperábamos.
No sabemos si lo de hacer conciertos medio acústicos y medio eléctricos lo podremos hacer más veces, pero seguro que si las condiciones acompañan nos echamos al monte. Y aunque en realidad los acústicos nos acojonan bastante más que un eléctrico, por aquello de quedarte más desnudo delante del público, siempre parece que la recompensa es mayor tanto para el que interpreta como para el que escucha.
Eso sí, para hacerlo necesitas un público dispuesto a escuchar. Y en el 95% de los conciertos a la gente le da por hablar mucho. Entre los últimos milagros presenciados, asistimos al de Jeff Tweedy en Valencia, que con su acústica y él solito, logró que al menos quinientas personas le prestaran atención en el Greenspace. Y eso que la cerveza da muchas ganas de palique.